Todas las especies animales y algunas vegetales lo practican, muchas se mimetizan por supervivencia para protegerse de sus depredadores o de condiciones naturales adversas, otras para atraer a sus presas o no despertar sospecha mientras están al acecho preparando la celada, algunas especies no se dejan engañar visualmente y utilizan sensores que detectan los impulsos nerviosos sin necesidad de usar sus ojos como los tiburones por ejemplo, otras, debido a su falta de visión como el murciélago, utilizan ultrasonido para detectar la comida, así que a las presas de estos dos animales no les sirve el camuflaje.
Es hermoso mirar infinidad de ejemplos en la naturaleza, y más aún, en la especie animal más arrogante y sobradora que se considera superior a las demás, el animal humano, en esta jungla de cemento sí que abundan las modalidades de engaño con mil fines, la mayoría sacar provecho de los otros, muchas veces actuando por fuera de la ley, muchas otras bajo el amparo de la misma; apasionante resulta observar la cantidad de mensajes falsos que han ido creando los ciberdelincuentes para valerse de personas crédulas e ingenuas que sin tomarse un minuto para analizar, verificar la fuente y asegurarse de su veracidad, se convierten en cómplices e idiotas útiles de los bandidos para ayudarlos a lograr sus propósitos, haciendo virales a través de las redes sociales, archivos de audio, video o fotos que vienen con VIRUS o con PROGRAMAS espías que les permiten obtener toda la INFORMACIÓN privilegiada de aquellos dispositivos en que son descargados.
Nunca antes las condiciones fueron más propicias para los delincuentes cibernéticos, nunca antes habíamos sido tan dados a actuar movidos por el impulso replicando mensajes “de un amigo” o “un compañero de trabajo” sin antes habernos tomado un minuto para pensar. Nunca cómo ahora habíamos sido tan vulnerables frente a los delitos cibernéticos, merced al pánico colectivo y la estupidez humana.